Josefina y Rogelio
El otro día leía esta historia,
escrita por un médico cirujano especializado en cuidados paliativos de
Colombia, que me conmovió mucho.
Los cuidados paliativos están
dirigidos a personas con enfermedades graves, crónicas o en estado terminal. La
medicina paliativa concibe el trabajo en equipo contemplando la calidad de vida
de la persona en esta situación, es decir que cada profesional vela desde su
enfoque teórico, práctico y profesional, el bien del paciente, pero la idea es
que estos profesionales puedan reunirse para discutir el caso y avanzar hacia
un objetivo en común, es decir, un equipo transdisciplinario, ya que trasciende
lo solamente multidisciplinario. Este equipo se conforma, de médicos,
enfermeras, psicólogos, trabajadores sociales, fisioterapeutas, entre otros.
Los tratamientos dentro la medicina paliativa son muy extensos y variados,
incluyen el tratamiento médico, farmacológico, tratamiento psicológico, apoyo
espiritual y se extiende también a la familia, ya que de lo que se trata es de
generar el mejor ambiente posible para hacer frente a la enfermedad, o en casos
terminales, para mejores cuidados al final de la vida; generar redes de apoyo,
identificando las capacidades de cada miembro del grupo familiar, para que todo
no recaiga sobre una sola persona.
Considero que el medico paliativista
debe ser un profesional muy humano y sensible, ya que acompaña a una persona
que atraviesa múltiples formas de dolor, no solamente física, si no emocional,
psiquica, dolor del alma… y agradezco haber encontrado muchos médicos así, con
los que aprendí mucho para poder ayudar y apoyar a los pacientes de cuidados
paliativos. Me conmueve encontrar profesionales que no olvidan su humanidad
para la sanación, que todavía apuntan al “ser” suyo y de la persona a la que
acompañan, en vez de alimentar al “ego”, que se comunican sin pretensiones, de
alma a alma.
Esta historia me conmueve por su gran
“humanidad”, del médico y de los protagonistas de esta historia de amor y
adversidad. Del médico que se pasó el trabajo de escribirla y compartirla,
cuidando los detalles y compartiendo las emociones que le provocan; y de
Josefina y Rogelio, al abrir el corazón contando su experiencia juntos, en
momentos cercanos a la muerte, donde somos más sensibles y vulnerables…
gracias.
Esta es la historia:
Josefina
y Rogelio1
Todos nuestros pacientes tienen historias dignas de ser escuchadas, por tal razón contaré la maravillosa historia de esta pareja, a quien tuve la fortuna de acompañar en su enfermedad terminal, agonía y proceso de morir.
Josefina, una mujer de 74 años, con una tierna cara sonriente y colmada de arrugas, con un gran corazón, acompañada de su esposo Rogelio, un tipo de baja estatura, pero de gigantesca nobleza, de humilde vestir y entretenido hablar. Josefina fue remitida al hospital luego de 3 meses de síntomas relatados por ella, como dolor abdominal, pérdida del apetito, pérdida de peso y en la última semana náuseas y vómito, que no mejoraban con ningún medicamento, ofrecido por los médicos a los cuales visitó, refiere ella que en los 3 hospitales en los cuales fue evaluada, nadie le informaba de que estaba sufriendo, pero indudablemente la preocupaba, pues a pesar de los exámenes y más exámenes, no veía mejoría seguía empeorando. El día que la conocí, y leí en los exámenes su diagnóstico, (cáncer de páncreas avanzado, con obstrucción intestinal, no susceptible de cirugía), diagnóstico que ni Josefina ni Rogelio tenían conocimiento, recordé, que normalmente los médicos nos enfocamos en las patologías de nuestros pacientes, sin tomarnos el tiempo suficiente de preguntarles que entienden sobre lo que les está pasando y mucho menos a escuchar una historia detallada de lo que ha pasado en su última etapa de la vida, motivo por el cual consultan a nosotros, además olvidamos que todos tienen historias de vida, que son tan importantes o más que su historia médica, y esta pareja no es la excepción, motivo por el cual tuve el privilegio de escucharles y poder transmitirlas en este relato.
La historia comenzó cuando pregunte a Josefina por el número de hijos que tenia con su esposo, respondiendo, que no habían tenido hijos, pues se habían casado, cuando ya tenía 43 años, lo que en su época, la hacía una mujer de avanzada edad para embarazarse (llevaban 31 años de casados), de manera atrevida le pregunte a Josefina, que porque se había casado tan tarde, pues para una mujer de su edad, en su época, las que no se habían casado antes de los 30 años, normalmente se quedaban solteras o solteronas como ellas decían, la respuesta dada, fue que nunca pensó en casarse, pues no había con quien, ya que no tenía un buen concepto de los hombres, sin embargo a pesar de su pensar, a sus 40 años conoció a Rogelio, de quien con solo mencionarlo, se alegra su cara y brilla su mirada, refiriéndose a él con una ternura y un cariño, como si aún estuviera en el proceso de enamoramiento, hace 31 años, en fin, que Rogelio fué para esta mujer el hombre de sus sueños. Después de muchos ires y venires, la pareja se alejo de la familia de Josefina, según dice Rogelio, porque no lo querían los hermanos de Josefina ante este rechazo por sus cuñados, decidieron echar suerte como dice Rogelio y llegaron a un pueblo de Antioquia, llamado Nariño, como muchos otros azotado por la guerrilla, allí arrendaron una tierrita, donde con mucho trabajo comenzaron a prosperar, vendiendo productos del campo (legumbres, leche, frutas, entre otras), para los vecinos y logrando conseguir, luego de 4 años de dedicación y duro trabajo, algunas vacas y dos mulas trochadoras como decía Rogelio, como en muchas historias, las complicaciones no se hacen esperar, y un primero de diciembre de hace aproximadamente 8 años, le dice Rogelio a Josefina, mija, comámonos una de las gallinitas más gordas, antes que se mueran de viejas y así fue, que josefina preparó un suculento sancocho con papa y yuca, el cual a juicio de Rogelio llenaba el aire de su maravilloso olor, pero al final de la tarde, antes de la suculenta cena, informa Rogelio que entra a su finca un grupo de guerrilleros, preguntando por tan especial olor, a lo que Rogelio contestó que era un sancochito de gallina para su comida, a lo que esta gente no les preocupo, pidiéndoles (obligándoles) a servirles el sancochito a los alzados en armas, sin dejarles a la pareja algo de comer, una vez terminada la tan cuidada comida ajena, decidieron saquear la casa, tomando como propio todo lo que tenían en la cocina y todos los productos de la tienda, agregando la tan recordada pregunta por Rogelio, que si tenían hijos y donde los tenían?, en este momento Rogelio hace un paréntesis y me dice, (siquiera doctor no teníamos hijos, pues se los habrían llevado a la fuerza, para engordar sus filas y si alguien se opone a que se lleven sus hijos, normalmente los matan, como ha pasado con otros padres a los cuales les han quitado sus hijos y se han opuesto). Con calma y sonriendo, me cuenta Rogelio, fíjese pues doctor, se llevaron todo lo de la cocina, no nos dejaron pero nada, pero como el hambre era mucha, recogí unas cidras de la huerta y me hice una sopa de cidra, pero cuando fui a echarle la sal, para darle de comer a Josefina, hasta la sal se la había llevado la guerrilla, entonces le dije a mi esposa, mija, toco echarle sal mineralizada a la sopa, (de la que se le echa al ganado, en los cebaderos), porque hasta sin sal nos dejaron, a lo que Josefina en su humildad responde, pues va a tocar, pues el hambre es mucha y es mejor eso que nada, y así transcurrió la noche, pero como dicen, lo que va mal, tiende a empeorar, y así fue, entrada la noche, llego un grupo guerrillero mas grande, preguntando por el dueño de la finca, y como era de esperar Rogelio respondió, que él estaba pagando alquiler en la finca, el jefe guerrillero le dijo, que como el dueño de la finca no había pagado la vacuna, pues a Rogelio le tocaba pagarle, el indignado Rogelio responde, que él no podía asumir las deudas de otro, a lo que el jefe guerrillero, le dijo, que tendría que pagar con lo que tenía en la finca y Rogelio de manera ingenua le respondió, que solo tenía unas vacas y dos mulas, el jefe da la orden a sus lacayos, de recoger el ganado y las bestias, pues se las llevarían, además le informa a Rogelio, que debía desocupar la finca y en la madrugada, de lo contrario los matarían, Rogelio se mostraba bastante triste mientras contaba su dramática historia, pero agregó, doctor, yo tenía una pistolita con 9 balas en la casita y yo le dije a mi esposa, mija, yo mato al jefe y a otros más, pero no los dejo se lleven nuestras cosas conseguidas con tanto trabajo, a lo que Josefina le responde, no mijo, no lo haga que nos pican a machete, (actividad frecuentada en el campo, por parte de esta gente, informaba Rogelio), con tristeza, pero siguiendo el consejo de su esposa, Rogelio espero a que se llevaran todas sus cosas y los dejaran literalmente en la calle sin nada, indicándole a su esposa, que recogiera algunas cositas para poder irse de su finca, pues ya eran desplazados de la violencia. En la madrugada, en plena noche salieron Rogelio y Josefina, a buscar un carro que los llevara al pueblo de Nariño, (pues la finca estaba en zona rural), para allí decidir para donde continuar su camino como deslazados, con la suerte, que por la carretera pasaba un jeep, que los recogió y los llevo a su casa a pasar el resto de la noche, luego de contar su trágica historia a la señora de la casa, esta conmovida les da 20000 pesos, (el equivalente a 7 dólares), para que pudieran desayunar en el pueblo, al llegar la madrugada, llegaron a una tienda del pueblo donde pudieron desayunar, con la fortuna dice Rogelio , que el tendero, no les cobro por el desayuno. Es impresionante escuchar un tipo tan noble y humilde como lo es Rogelio, que me dice, hombre doctor y somos tan de buenas, que conseguimos un camioncito, que no llevo hasta Guarne, otro municipio de Antioquia, con la fortuna, que salimos con 20000 pesitos y llegamos con 20000 pesitos, no nos tuvimos que gastar un peso, en este pueblo, Rogelio, (recordando que tuvo finquita, así fuera alquilada, también tenía comida de sobra, además vacas, gallinas, 2 mulas y una tienda de la cual vivían), llego a pedir quien le diera un trabajo, para poder pagar una pieza y darle comida a su esposa de 64 años, (que no había aprendido a trabajar, pues tenía un esposo, que le daba todo, para que estuviera como una reina), finalmente Rogelio consiguió trabajo, en un negocio de bancos de cemento, y me cuenta, vea doctor, no se imagina la tristeza mía cuando después de trabajar casi 12 horas, y terminar con las manos peladas, rajadas y sangrando a causa del cemento, el dueño del negocio le dice, vea Rogelio, su pago por el día 3000 (1 dólar), Rogelio indignado le reclama al señor, que como era posible que le pagara tan poco por tan duro trabajo, a lo que el hombre le responde, no le pago mas, pues le estoy dando el desayuno y el almuerzo, y lo que es la humildad de este hombre desplazado, que se va para su casa y le cuenta la historia a josefina, quien como es de esperar lo recibe con tristeza e indignación, pero Rogelio, no permitiría que su amada esposa, aguantara hambre y siguió en tan indígnate trabajo y haciendo otras cositas para sostenerse (como decía él), y así paso el tiempo y después de 3 años de duro trabajo, Rogelio consiguió trabajo en una finca pequeña, como agregado, cerca al municipio de Bello donde pudo reiniciar su vida con su amada Josefina, pero las cosas nunca suceden como uno quisiera y luego de tan trágica historia, se agrega la de la enfermedad terminal de Josefina. Cuando los conocí durante su hospitalización, este par de maravillosos viejos, no se desamparaban ni día ni noche, pues Josefina le solicitaba a Rogelio que no la dejara sola, a lo que Rogelio le respondía, que no tenía lugar para donde irse y que no se preocupara que la cuidaría día y noche, respuesta que fue tan real como lo escribo, en los días de hospitalización, Josefina se fue deteriorando, con mayor inapetencia, mas debilidad e imposibilidad para levantarse de la cama, sumado al hecho, que el dolor continuaba en aumento y las náuseas y el vómito no paraban, a pesar del manejo dado por los cirujanos josefina no mejoraba, por lo que requirió una molesta sonda nasogástrica (de la nariz hasta el estómago), que de manera tranquila, aceptaba, refiriendo que si ese era el tratamiento que necesitaba, pues que ella lo aceptaba, con los días Josefina empeoro y el vómito volvió junto con el dolor, por lo que el grupo tratante de manera conjunta le propuso, que como su enfermedad no era curable, ni susceptible de cirugía y los síntomas no mejoraban a pesar de todos los medicamentos y las intervenciones, la mejor opción era la sedación paliativa (dormirla), para que así, en inconsciencia, no sintiera lo molesto de sus síntomas y mermara su malestar, pero la respuesta dada por Josefina de manera rotunda, fue, que no quería la durmieran, pues no podía dejar a su viejo solo, mirándola dormir, y que si ella no le hablaba, no lo cuidaba, quien lo haría por ella, con esta respuesta, se continuó dando manejo médico, viendo a Josefina deteriorarse y tornarse cada vez más débil y apagada, pero al interrogarla, sobre que pensaba y que sentía con su estado, su respuesta era, que si esa era la voluntad de Dios, ella no renegaría de eso y aceptaría las cosas como fueran viniendo, de la misma manera se comportaba Rogelio, quien se veía cansado y angustiado, pues su gran amor, se estaba difuminando rápidamente por su agresiva enfermedad, finalmente con tranquilidad, en paz y sin angustia, fallece Josefina, dejando, un maravilloso recuerdo y una historia, que nunca olvidaré y que gracias a ellos, procurare compartir.
No me cansaré de admirar a mis pacientes, los de todos, por su maravillosa forma de afrontar la vida y el morir, muchos de ellos de manera resiliente, con tranquilidad, con paciencia y tolerancia, recibiendo la muerte como un regalo, que tan añorado, se abre con premura.
Es importante recalcar, que nuestros pacientes, tiene historias de vida, que van mas allá de la mera enfermedad, y que son tan sorprendentes como la de Josefina y Rogelio y los dignifican en su existencia, intentemos escucharlos, mas allá de sus síntomas, demos mayor importancia a sus vidas, y que la enfermedad terminal, no les merme valor, pues al final, toda la vida se hace importante.
Agradezco a Josefina y a Rogelio, por sus enseñanzas y por permitirme acompañarlos en un pedacito de sus maravillosas vidas.
Juan David Osorio G.
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