A propósito de NOUMENO Y FENÓMENO en relación a la Psicología

Quise continuar el blog con algo de filosofía, dándole de alguna manera una continuidad al anterior post, hablando de conceptos que captaron mi atención cuando estudiaba filosofía dentro la carrera de psicología y los cuales recuerdo de manera privilegiada por sobre otros, incluso de la psicología en sí misma. Siempre tuve un apego especial por la filosofía, incluso en la escuela y con malos profesores, o al menos no tan buenos, porque desde ya, sentía que la filosofía era una disciplina que me hacía considerar la vida de manera especial, me parecía hermosa, sensible y elegante, si es que son términos que se pueden emplear para describir la filosofía, pero que me doy el permiso ahora. 


Me interesan estos conceptos en particular, para dilucidar algo en especial sobre el proceso terapéutico, que lo vengo trabajando hace mucho, pero que ahora, con la ayuda de reflexiones de mi padre en torno a la filosofía puedo plasmar y aclarar desde un enfoque bien fundamentado, aunque será breve y bastante resumido, discúlpenme los filósofos.

Noúmeno y fenómeno son don conceptos fundamentales de la filosofía, que se pueden traducir de manera elemental como “la cosa en mí” y la “cosa en sí”. Se presentan en la historia temprana de la filosofía, con los presocráticos, tal vez no con esta terminología exacta, pero son ideas que han preparado el terreno para hacer formulaciones en torno a estas dos formas de percepción de la realidad. Noumeno viene del griego nous , algo que estos pensadores propusieron para denominar al método para llegar al ser de las cosas, aquello que tradujeron los latinos como mens y que luego, se tradujo comúnmente como mente, pensamiento o espíritu. Dentro de los presocráticos destacamos a Perménides, que concibe que el pensar no debe dirigirse hacia las cosas, sino hacia las cosas en cuanto son, es decir, el pensar piensa las cosas en cuantos son entes, on. Lo fundamental en el pensar de Parménides es que el nous y el on, están íntimamente relacionados y son, en un cierto sentido, lo mismo; se refiere a que las cosas en cuanto son se entregan al pensar, lo cual puede ser contradicho con la idea escéptica de que las cosas se ocultan al pensamiento, pues, a veces parece que el ser de las cosas se nos escapa. En contraposición a la nous, está la doxa (opinión)[1]
La opinión es el resultado de informaciones del mundo, que son muchas, dispersas, móviles y son propias de los mortales, es decir son fugaces como su vida, en contraposición a que lo que se estaba buscando en la filosofía en la idea de verdades eternas. Al afirmar la diferencia entre un mundo del nous y un mundo de la doxa, en este primer pensar filosófico, empieza la escisión entre dos mundos, lo cual ha sido una característica de la ideología occidental, un mundo de la verdad y, otro mundo, el de la opinión o de las apariencias. Con el pensar de Platón, se consolida esta división de la realidad en dos mundos, el mundo sensible o de las cosas y el mundo inteligible o de las ideas.

Muchos siglos después, con Kant se retoman estos conceptos. Para el maestro de Koenigsberg, el noúmeno es la esencia verdadera y última de las cosas, que pertenece al mundo inteligible,  que no es accesible a la experiencia, por tanto a nuestro conocimiento. En el sistema de la Razón Pura de Kant, los noúmenos se oponen a los fenómenos, que pertenecen al mundo sensible, es decir, los fenómenos son percibidos a través de nuestros sentidos, de nuestra experiencia, pero son deformados por nuestra interpretación, por eso son fenómenos y no noúmenos. Sin embargo, debemos ir más allá con Kant y pensar el noúmeno como el ser de verdad pensado con la razón.



La principal obra de Hegel es la Fenomenología del Espíritu, es decir es el sistema filosófico que se origina en el pensamiento de las apariciones o manifestaciones del espíritu a través de la historia, de tal manera que el espíritu va progresivamente teniendo más plena conciencia o conocimiento de sí mismo. El Espíritu, para Hegel, es la realidad única, universal, absoluta, cuyo principal atributo es conocerse a sí mismo. La historia, es el proceso en el cual el Espíritu va haciéndose una idea más cabal de sí mismo. Lo abstracto es lo que comprende menos de la totalidad del fenómeno. Lo concreto es lo que comprende mejor la totalidad del fenómeno. El Espíritu empieza en la historia siendo abstracto para su conciencia, pues no conoce mucho de sí mismo, sin embargo, en la historia el Espíritu  avanza en el conocimiento de sí mismo y se va haciendo cada vez más concreto. Podríamos decir que en la historia temprana de la filosofía el Espíritu comienza siendo más fenómeno y termina siendo, con el desarrollo de la historia más noúmeno. Es decir el Espíritu empieza siendo abstracto pues se trata de un sujeto que no conoce mucho de sí mismo, pues su objeto es él mismo. Como ya dijimos, si el Espíritu es el que conoce, es decir es el sujeto, pero tiene como objeto de su conocimiento a él mismo, entones con la historia, el “sujeto” va coincidiendo cada vez más con su objeto, viniendo de ahí esa idea del “fin de la historia”, que será el momento en que el espíritu ya se conoce completamente a sí mismo y ya no tiene casi nada de fenómeno.

Para Husserl, es el objeto intuido (aparente), como el que nos aparece aquí y ahora, planteando desde esta concepción del fenómeno su sistema llamado Fenomenología, que se expresa en la frase “a las cosas mismas”. La Fenomenología no es una metodología, sino la filosofía misma al decir de su gran discípulo Heidegger. Los fenómenos serían entonces lo que está presente a la luz de los entes (los onta).



En “Ser y Tiempo” de Heidegger, puede ser entonces la fenomenología del da-sein (ser-ahí), siendo por otra parte, el intento de leer la historia de la filosofía desde la vida fáctica del ser humano (dasein), es decir el ser humano no es un ente sino el ahí del ser, donde no hay enfrentamiento de sujeto (hombre) y el objeto (el mundo y las cosas), sino que el hombre ya está en/con el mundo y las cosas, antes de la experiencia o la conciencia de su vida fáctica, teniendo una concepción preontológica del ser.

En psicología, el fenómeno del estudio de la psije (alma), va siendo cada vez más conocido en la historia y desde el alma como fenómeno, el alma que se conoce a sí misma deviene como noúmeno, es decir el alma que se conoce mejor y más a sí misma. El psicólogo se enfrenta al alma del paciente, en el momento del inicio de la relación, teniéndola como un fenómeno, sin embargo en el proceso terapéutico, entre ambos, psicólogo y paciente, van haciendo que entre sus dos almas vayan conociéndose y vayan conociendo el alma humana (parece que esta idea tiene que ver con la neurosis de transferencia, mostrada por Woody Allen de manera brillante en “Zellig”), de tal modo que cada tratamiento psicológico resulta ser un auto-tratamiento. El sanador del alma sólo puede sanar si él mismo se sana en el proceso. Exagerando un poco, llegaríamos a decir que no es una patología que el paciente se identifique con el médico, que se crea el médico, sino la percepción íntima que tiene el paciente que en el proceso terapéutico que conduce el médico, donde el médico es el sujeto y él el objeto, aquel se está sanando. La humanización del paciente, el que el psicólogo no lo vea como un objeto de sus sapiencia de sujeto cognociente, lo humaniza a él y en la superación de la perversa relación entre médico y paciente, encuentran entre ambos un camino para compartir la humanidad y el mundo. Al vivir, el alma se va deformando, por el dolor, las frustraciones, las alegrías, las esperanzas y los sueños rotos y, el psicólogo puede encontrar en el habla del paciente al contar su historia, un camino para contarse a sí mismo su propia historia.


Roberto Prada
Patricia Prada




[1] Por esa contraposición, la filosofía es esencialmente paradoxal, o paradojal.

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