Muerte y existencialismo
Dentro la corriente
humanista existencial1, específicamente dentro la psicoterapia
existencial, el eje central de su enfoque parte de cuatro preocupaciones:
muerte, libertad, aislamiento y significado de la vida. Aunque todas ellas
están ligadas, quizás la muerte es el factor más importante, por el papel que
juega en nuestra experiencia cotidiana existencial y psíquica, al ser ésta la
fuente primaria de la ansiedad, incluso llegando a manifestaciones patológicas,
a través del ejercicio de mecanismos defensivos ineficaces contra este miedo
sin nombre.
La muerte es uno de
los principales motivadores de ansiedad, en realidad podríamos decir que es la
fuente primaria de ansiedad. Es tal el terror a la muerte que una parte
considerable de nuestra energía psíquica está comprometida en negar la muerte.
El objetivo primordial
de la psicoterapia existencial, es enseñar al individuo cómo vivir,
proporcionándole herramientas que pueda utilizar en momentos de crisis, en
total independencia, y por medios propios.
Aunque podemos
establecer un límite relativamente decisivo entre la vida y la muerte en
términos físicos biológicos, no lo es así en la psique. La muerte es de manera
inevitable, parte de la composición de la vida, al menos en el inconsciente,
donde no existe espacio ni tiempo, estos dos conceptos, opuestos aparentemente,
están fundidos uno con el otro. De hecho, la unión de los contrarios es nuestra
salvación, vivir considerando la muerte le añade una nueva perspectiva a todas
nuestras experiencias, aprovecharlas al máximo con un mínimo de frustración,
dando lugar a una forma más satisfactoria de vivir, o como diría Heidegger, más
auténtica. En resumidas cuentas, recurrimos a Yalom, psicoterapeuta
existencial, que a su vez se apoya en la filosofía central de Heidegger, para
afirmar que “aunque la fisicidad de la muerte destruye al hombre, la idea de la
muerte le salva”.2
Tendremos que
adentrarnos brevemente en la filosofía existencialista Heideggeriana para
dilucidar esta afirmación. Para este renombrado filósofo alemán, el tema de la
muerte (ser para la muerte) es una parte esencial de su teoría acerca del existir
auténtico. Propone el enfrentarnos a la muerte personal para modos de existir
más genuinos.
Heidegger realiza una
tesis extensa del ser en este mundo, del ser-ahí
o dasein en alemán y comprende
dos modos de existir, uno caracterizado por la conciencia del ser y el otro por
el olvido de este.
Olvido en el sentido
de someterse al uno, en la
generalidad del existir, en el uno porque es el otro, podríamos decir de cierta forma, enajenados, alienados de
nuestro sí mismo, viviendo en un mundo para nada significativo. Quedándonos en
un nivel inferior, absortos en la cotidianeidad de lo mundano, del mundo de las
cosas. Uno no busca soluciones, al contrario, se preocupa por la forma en como
las cosas son y cómo éstas se presentan. En este sentido de existencia, o mejor
dicho, en este sin-sentido de existir, está uno paralizado ante un miedo
irreal, que no tiene nombre, y que nos adormece, imposibilitándonos el poder tomar
decisiones propias y no del hacer de la gente, por tanto, coartando nuestra
libertad.
Este estado sombrío de
vivir, no es propio del ser-ahí que
presta atención al ser, puesto que la propiedad de la existencia la encontramos
en un modo diferente de vivir, cuando el individuo decide apoderarse de su sí
mismo, cuando sale del uno y toma conciencia del ser, maravillándose “no por la
manera en que las cosas son, sino de que sean”.3
De todos modos, el
pasar de un estado existencial insignificante a uno más iluminado, implica un
sacrificio notorio, que es el verse frente a la nada, todo lo que antes
aparentaba sostenerlo de alguna forma, no existe, cosa que le causa angustia.
Esta crisis es lo que nos hará buscar el sentido último, para la autenticidad
de nuestro ser en el mundo. Heidegger decía que tenemos que provocar este
encuentro de choque frente a la nada, para tener la oportunidad de explotar
modos más genuinos de existencia. Frente a la nada, notamos en efecto, que
nosotros somos su opuesto, algo real, seres creadores, capaces de hacer surgir
algo de esa nada.
Al comprender lo que
esto concierne, es que pasamos a tomar conciencia de nuestro ser, no solo de
nuestra fragilidad, sino también de la responsabilidad que tenemos respecto al
propio ser. Al estar en contacto con esa parte creativa propia del ser es
cuando uno acrecienta la posibilidad de cambiarse a sí mismo, se le es
permitido optar y tomar responsabilidad por ello, tomando en cuenta sus
limitaciones respecto de su libertad absoluta frente a la nada.
Poseer la
autoconciencia de concebirnos seres mortales, es un bien catalizador de
oportunidades, si sabemos aprovecharla para vivir plenamente aquí y ahora. El
negar la muerte, sería negar esa naturaleza básica a la cual estamos sujetos
inevitablemente, restringiéndonos en la búsqueda de oportunidades y
aprendizajes, hacia un modo adormecido de existencia. De tal modo es que se
afirma la vitalidad de integrar la idea de muerte, hacia modos más auténticos
de vida.
NOTAS:
1 Para Heidegger, su sistema no era un humanismo, a diferencia de que el
existencialismo para Sartre si lo era. Pero este es un tema al que no podemos
ingresar, pues es muy vasto y complejo y se mueve en las honduras del Da-sein y
el Er-eigniss de Heidegger.
2 YALOM, D. Irving,
Psicoterapia existencial y terapia de grupo, Ed. Paidos Ibérica, Barcelona,
2000, pág 211.
3Idem, pág 212.
(Este post fue escrito con la ayuda de mi padre, sin el cuál entender la filosofía Heideggeriana hubiera sido muy complejo. Gracias a él, es que me animo a reflexionar más el tema de la muerte desde este enfoque, que puede ayudar a enriquecer y ampliar la visión de la vida-muerte, buscando nuestro ser auténtico y nuestro lugar en la vida.)
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